jueves, 25 de diciembre de 2014

El Belén napolitano de los duques de Cardona (el Belén de la Casa Ducal de Medinaceli)




Por tercer año consecutivo, el madrileño Centro centro pone a disposición de todo aquel que se acerque al Palacio de Correo de Cibeles un Belén napolitano de exquisita factura que hará las delicias de toda la familia durante las celebraciones navideñas (aunque realmente podrá disfrutarse hasta el 2 de febrero).




La muestra ha sido comisariada por María Teresa Marín Torres, directora del Museo Salzillo de Murcia (recordemos que en 2013 fue expuesto el belén de Salzillo, y en 2012 el de los hermanos García de Castro). Para la ocasión, se ha optado por realizar una escenografía diferente a la diseñada por el pintor Federico Madrazo en el siglo XIX, optando por una serie de arquitecturas que evocan la Italia del siglo XVIII, que sitúan a la Sagrada Familia en una ruinas de un templo romano.


Esta extraordinaria colección de figuras del siglo XVIII pertenece a los duques de Cardona. Su origen se remonta a 1784, cuando el duque consorte de Santisteban encargó dos belenes en Nápoles: uno para el futuro Carlos IV (por aquel entonces Príncipe de Asturias) y otro, de similares características, para su familia. Si indagamos un poco en la historia de la familia, pronto nos damos cuenta de que se trata del famoso Belén de la Casa Ducal de Medinaceli.  


El grupo se fue incrementando a lo largo de los años hasta 1790, fecha de datación de las últimas piezas recibidas, llegando a las doscientas figuras. Todas ellas destacan por su factura unitaria (obra del mismo taller), realizadas totalmente en madera policromada (lo habitual era que la cabeza se realizase en terracota) y de una factura de altísima calidad. Actualmente es la XXI duquesa de Cardona, Casilda Ghisla Guerrero-Burgos y Fernández de Córdoba, la encargada de preservar este valioso legado familiar para la posteridad.
El conjunto que se puede apreciar en el centro cultural del ayuntamiento ocupa un espacio de 50 metros cuadrados, evocando el Nápoles del siglo XVIII. De tal modo se insertan escenas como el cortejo de los Reyes Magos o el Misterio, hasta escenas populares, cortesanas y pastoriles. 

El origen de este tipo de la representación plástica del nacimiento se remonta, según la tradición, al siglo XIII. Se dice que fue san Francisco de Asís el artífice del primer belén, costumbre que se populariza con la expansión de la orden franciscana por Europa desde el siglo XIV. La tradición de los nacimientos napolitanos se debe a Carlos VII de Nápoles, aficionado a este tipo de representaciones, que se difundieron por todo el reino con su nombramiento como Carlos III de España. Es por ello que su desarrollo no se debe únicamente a su carácter eminentemente religioso, pues su aspecto lúdico y de estatus social es también significativo. Bonet Correa habla de cómo estas obras (en particular al referirse al Belén de Salzillo), introducen notas elegantes y cultas en un mundo rústico, la civilización dominando a la naturaleza en entornos arquitectónicos de “ruinas” muy pictóricas[1].


[1] BONET CORREA, Antonio. Fiesta, poder y arquitectura.  Ediciones Akal, Madrid, 1990. p. 72

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