viernes, 8 de noviembre de 2013

El Pabellón alemán de Mies Van der Rohe






En esta segunda entrada del blog quiero compartir con todos vosotros una de mis grandes pasiones: la arquitectura. Y que mejor comienzo que el Pabellón alemán para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 de uno de los más destacados arquitectos de todos los tiempos, Mies Van der Rohe (Aquisgrán, Alemania, 1886 - Chicago, Illinois, 1969). 
La idea que tiene Mies van der Rohe sobre la arquitectura es que esta debe fundamentarse como si fuera un arte objetivo, suprimiendo todo lo relacionado con la personalidad, y se debe regir por el espíritu de la época en que se desarrolla. Adiós a los historicismos, eclecticismos, a cualquier estilo que nos recuerde a la tradición, quiere pasar de una Antiguo Régimen del arte a una nueva forma de comprensión, el 2º Régimen, para producir un verdadero impacto aunque casi nadie se atrevió a seguirle. Su arquitectura era tan novedosa que resultaba dificil de asimilar.

Es un obra símbolo de la cultura de una nación, de su regeneración y visión de futuro. El comisario, durante la inauguración del pabellón, dijo: hemos querido mostrar con este edificio, quienes somos y como sentimos en Alemania hoy en día. Buscamos sobre todas la cosas sinceridad, verdad, claridad e integridad. Mies propone un manifiesto de la nueva arquitectura. Disuelve los limites entre arquitectura, escultura, ingeniería y sobre todo como exponente del grado de civilización alcanzado por el pueblo alemán tras la recuperación de la Primera Guerra Mundial que de manera vertiginosa de pronto luce ante el mundo con una arquitectura afín a este grado de civilización. Si la sociedad ha evolucionado, son esas conquistas a las que ha llegado el ser humano las que deben determinar el hecho arquitectónico. Plantea una adecuación y una conciliación entre el proceso constructivo y el avance logrado por el ser humano.




Imagen exterior del pabellón, en la que se aprecia la idea de cómo se produce una distorsión en el espectador entre lo que puede considerar grande y pequeño.


Interior de pabellón, donde vemos como conjuga la naturaleza con lo artificial, no se sabe donde empieza y donde acaba, el uso de espacios semicubiertos, la eliminación del muro y el uso de la luz evocan un espacio infinito. Los muros-tabique para la separación suscitan un juego de multiplicidad de espacios y evocación de la naturaleza eterna de los materiales.

Se trata de una obra curiosa, porque de los 1000 metros cuadrados de la parcela destinada a la representación alemana, el pabellón solo ocupa 150 m2, como semicubierto, lo que quiere decir que está rompiendo aquí con todo, sobre todo con el concepto de lo pequeño y lo grande, jugando desde el primer mometo con el espacio y la percepción visual del espectador. Como los neoplasticistas holandeses que proyectaban el espacio interior con el infinito. Es dificil enfrentarse a una definición de lo que supone el pabellón, es una estructura pequeña y grande al mismo tiempo, abstracta pero resulta coherente, abierta a los puntos cardinales, a la naturaleza y a los elementos fundamentales que la forman. Se relaciona por extensión con todo, sin ser nada concreto en realidad y sin remitir a ningún estilo concreto, parece como si fuera una obra antiestilo, pues no se había propuesto nada igual hasta ese momento.

Sin embargo, Mies es consecuente con su ideario: concilia la intemporalidad de la mejor arquitectura de todos los tiempos con el grado de civilización de la sociedad actual. De ahí que preste mucha atención a los materiales, combinando como nadie materiales eternos como la piedra, el mármol, el ónice dorado, con el acero cromado, con los perfiles laminados, con el vidrio, con la escultura moderna y al mismo tiempo  clásica. Son elementos que mantiene en equilibrio y que nos remite a cualquier época sin repetir los estilos.

A la entrada al pabellón, la primera sensación que invade al espectador es la de encontrarse en un espacio conocido, familiar. Quizá esto podría tratarse a que los materiales que aquí se usan producen esa sensación. Mies Van der Rohe pretende crear una metáfora cósmica, algo tan tratado en la arquitectura de todos los tiempos pero con resultados bastante dispares. En lo que se apoya es en un lenguaje cuidado hasta el extremo, su poética radica en la sutil maestría de las proporciones y en la elegancia exquisita de los materiales, con una delicada y novedosa selección, cargada de significación. Utiliza cuatro tipos distintos de mármoles, como el travertino romano, mármol verde de los Alpes, mármol verde antiguo de Grecia y ónice dorado del Atlas, junto con cristal, acero, cantos rodados y agua. La combinación de estos elementos con un diseño de líneas tan puras y geométricas, dan un aire de modernidad e intemporalidad a la obra bastante singular, un edificio o tipología en la concreción de un espacio. Puede tener un componente aparentemente clasicista, y de hecho lo tiene, pero al final concreta un espacio que es ya polivalente, la antítesis del expresionismo, fijando un espacio que sirva para cualquier tipología. Fundamenta su arquitectura en una filosofía neoplatónica, sin tiempo, ni lugar, ni entorno, ideal, el espacio es polivalente, unívoco, universal.

Este tipo de arquitectura novedosa crea un problema evidente que surge al exportar este tipo de edificación, pues supone obviar las particularidades socioculturales y geográficas de cada región, globalizando un arte en el que la funcionalidad es lo que prima frente a la creatividad, se obvia el proceso de ideación del autor, que recibe un modelo ya creado, por la materialización más racionalista, por lo que el mensaje final puede resultar extraño, difícilmente asimilable en sus inicios por un público que no acostumbrado a esas propuestas, que quizas no sean las más adecuadas para determinadas localizaciones.

La sensación de familiaridad a la que me refería al principio puede deberse a este hecho o, por el contrario y probablemente la hipótesis más plausible, a que actualmente estamos redeados en nuestra vida cotidiana por este tipo de estructura. En oficinas, exposiciones, incluso casas o tiendas, el uso de las formas geométricas más puras, de reducción de la gama de colores al mínimo y aprovechamiento del espacio al máximo, es decir, el llamado minimalismo esta presente en nuestras vidas desde que Mies van der Rohe formulo su conocido less is more, pues cuanto menor es la arquitectura más resplandece la idea, sobreviviendo al paso del tiempo y a otras corrientes que se oponen a sus posturas, como es el caso de los postmodernos en arquitecturas, abanderados por Robert Venturi y su famosa frase less is boring, provocando a todos los seguidores de las tesis de van der Rohe al invitarles a tomar como ejemplo la ciudad de Las Vegas (learning from Las Vegas, 1973), puro exceso y pastiche arquitectonico. De esta manera se ve como cualquier obra es una victima más de la sociedad en la era de la reproducibilidad técnica, en la que los medios de comunicación de masas, permiten que una obra que pretendía huir de lo vulgar, y sobretodo de lo cotidiano, entendido esto como feo, se convierte en victima de una reproducción mimética en algunos casos y, en otros, de objeto de deseo e imitación violando los conceptos iniciales.

Como vemos en este pabellón, la armonía que busca no se basa en la simetría de las partes, sino en la correspondencia de los elementos, en jugar con los espacios llenos y vacíos, una armonía “a la moderna” donde el cristal y el acero empiezan a cobrar importancia. Crea sensación de amplitud con las líneas de fuga de los muros, con los materiales que evocan una arquitectura intemporal, eterna, que sobrevive al paso del tiempo. La forma se vuelve un elemento universal reconocido por cualquier espectador.[1]

La estructura se convierte en un prisma geométrico puro, donde no hay nada que sobre y el espacio se aprovecha al máximo, pero sobretodo la luz. Es un elemento que ofrece la naturaleza de manera gratuita y que en arquitectura es un “material” fundamental, de su uso apropiado no pueden presumir todos los arquitectos, solo unos pocos saben exprimir al máximo sus opciones, como ayuda a definir espacios, a colorear las obras, a hacer de un ambiente aparentemente frío otro más acogedor y humano,  en este caso nos encontramos ante un excelente creador, que evoca con la iluminación de sus ventanales de cristal un espacio casi infinito, no sabemos donde empieza y donde acaba, exterior e interior se unen formando un todo al cerrar con simples películas vítreas, es la idea del “hombre total” trasladada a una “arquitectura total”. Disuelve los límites rígidos entre el exterior y el interior, pero de forma diferente a como lo hacía Wright: mientras este lo hacía alargando hasta el extremo el muro, Van der Rohe sencillamente lo elimina.






Se reservan espacios para la intimidad y la reflexión, como en el estanque donde se integra la escultura en bronce de Georg Kolbe titulada “amanecer”, situada en uno de los extremos del estanque interior, en un punto donde no solamente se refleja en el agua, sino también en el mármol y los cristales, dando la sensación de multiplicidad en el espacio, abriéndonos los ojos a un amanecer de la nueva arquitectura, donde lo superfluo se elimina. Además la sensualidad de las curvas de la figura, contrastan con la linealidad del resto del pabellón que, junto con la estructura metálica del diseño de la silla Barcelona, son los únicos elementos curvos de la obra.



 La silla Barcelona es un ejemplo de cómo conjugar sencillez de líneas, la pureza geométrica del pabellón con la curva y contracurva de la estructura metálica. Diseño que sobrevive al paso del tiempo para adquirir el carácter de obra de arte total que completa al hombre, símbolo de una sociedad y una época, de la cultura y el carácter de una voluntad creadora que busca abrir paso a la modernidad.

En un primer momento, y tal y como estaba previsto, el pabellón se desmanteló en 1930 al finalizar la exposición, como obra efímera que era, había cumplido su función como pabellón (pavillon en francés significa mariposa, un insecto que pese a su espectacularidad tiene su destino marcado, en breve período de tiempo debe morir) y estructura temporal. Pero el paso del tiempo, categoría de lo artístico que parece cobrar una fuerza inusual al aplicarse a la arquitectura, ejerció su tamiz sobre la obra de van des Rohe, situando este diseño como el punto de inflexión que sufre el arquitecto entre su etapa europea, en la que todavía conserva algunos aspectos que podemos asociar con una visión más “tradicional”, y su fase americana, donde gracias al dinero que pusieron a su disposición, y a la mentalidad de una sociedad moderna y capitalista dispuesta a asumir nuevos retos, le permitieron llegar a lo que conocemos como “la caja polivalente”, con formas prismáticas totalmente reducidas a su esencia.

La reconstrucción del pabellón aleman en los años 80[2] rompe la idea original del artista, que pretendía crear una estructura que en su propia esencia es efímera, por eso es por lo que se desmanteló al terminar la muestra. Ahora el continente es lo importante, y el edificio en sí es un objeto museístico, incluso la silla Barcelona, un diseño que aún se fabrica y se utiliza, se ha convertido en una obra de arte aurática, que ha perdido su significado original, ya no esta destinada a su uso ( de ahí la presencia constante de carteles que, en varios idiomas, ruegan que el público no se siente ni tan siquiera toque las sillas), el valor pedagógico y comunicativo cobra una mayor presencia, pero es curioso ver como la silla Barcelona esta constantemente presente en la actualidad, pues forma parte de la sala de recepciones del Palacio de la Moncloa, donde si que es usada tal y como se concibió. Por eso la obra en sí no es solo objeto de lo artístico, su contexto espacial, es decir, donde se ubica y por qué, determinan en gran medida nuestra percepción de lo que es arte, cómo todo aquello que un director de una institución, reconocido coleccionista o galerista califica como arte, es aceptado de manera casi inmediata por el gran público.



Por un lado está la arquitectura más inspirada en la tradición clásica, en el Renacimiento, como vemos en el MNAC, por el otro la tradición ya no es el referente (Mies), sino el artista como creador de innovaciones expresivas y formales (Puig i Cadafalch). Y ante ellos, como una bofetada y un guiño a público moderno, a la exaltación de las clases medias, la cultura de masas, el Caixa Forum, donde, como dice José Jimenez, el artista se convierte en un experto de la imagen masiva, donde el radicalismo de la vanguardia se ha convertido ya en otra tradicion, superpuesta al clasicismo, pero sin caer en lo Kitsch, no resulta en algo vulgar aunque si tenga gran atractivo para las masas.




El Caixa Forum de Barcelona combina la arquitectura del modernismo industrial de Puig i Cadafalch, (es la famosa fábrica Casaramona) con la más contemporanea del japones Isozaki. 



Pero personalmente pienso que esta obra es arte porque consigue captar la esencia de la teoría de la estética de la recepción de Hans Robert Jauss y la teoría de la contemplación de Berenson, ya que se logra que el espectador tenga una experiencia estética y cierre el proceso, es decir: ideación, materialización y comunicación, quedan claramente completados y se consigue la transmisión final al espectador, además de llegar a la experiencia estética por la contemplación objetiva y subjetiva. Objetiva porque es indudable la carga científica que conlleva el diseño de este pabellón, el estudio de las formas, materiales, proporciones y estructuras adecuadas para liberarse del grueso muro tradicional, y subjetiva porque gracias a nuestro conocimiento, al paso del tiempo y a nuestro bagaje cultural, nos enfrentamos a una propuesta de este calibre cargados de prejuicios que nos permiten apreciar que, en efecto, esto sí es Arte con mayúsculas.








[1] Es la teoría de la forma significante de Clive Bell. Clive Bell destacó en 1914 la forma significante en el arte en lugar del contenido. Se trata de una serie de líneas y colores que agitan nuestras emociones estéticas.
[2] Reconstruido en 1986 en su emplazamiento original bajo la dirección de Ignasi de Solá-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario